miércoles, 11 de diciembre de 2013

VIAJANDO A GALICIA 2. Algo de las Rías Baixas, 2013

Día 7 de agosto, miércoles.  Abandonamos el  espacio del  EcoRexo de Allariz y buscamos la autopista en dirección Santiago, aunque teníamos un desvío previsto para visitar dos recomendaciones de mi compañero de trabajo Pedro, un amante de Galicia. Abandonamos la AG53 en Silleda para visitar la Fervenza  “A Toxa”. Por la B525 en Bandeira hay que desviarse a Vila de Cruces/Merza y cuando se pasa una cementera con gravera negra hay que coger a la derecha, y desde allí  ya lo indican. Se puede visitar desde la parte alta o cogiendo un camino que te lleva al lugar donde cae la cascada. El camino es  muy agradable, atravesando un bosque de pinos, carballos (robles) y otras especies autóctonas, hasta llegar hasta la espectacular caída del Toxa, de casi 30 metros en vertical y considerada de las más altas de España, a menos de medio Km de su desembocadura en el río Deza. Dejó de llover y los chubasqueros nos servían para protegernos de la rociada de gotas pulverizadas que se desprenden de la cascada. Había un pequeño grupo que nos comentó que el acondicionamiento del camino y del lugar se había realizado como compensación por el destrozo paisajístico provocado por las obras del AVE en la zona. 





   El sendero podía continuarse hasta el cercano Monasterio de Caboeiro, unas 2,30 horas aproximadamente, pero el día no aconsejaba esas excursiones, así que hicimos el camino de vuelta hasta el coche. Difícil fue encontrar la carreterita adecuada para ir al Monasterio, y es que esas carreteras son verdaderos laberintos, dejando de encontrar la indicación precisamente en los cruces. La lluvia comenzó a arreciar cuando llegamos al Monasterio, que desde el coche se veía cerrado a pesar de que debía estar abierto por el horario que indican en la página Web. A otro coche que se disponía a salir le preguntamos de coche a coche si sabía cuándo lo abrían y nos dijeron que no sabían nada. El Monasterio de San Lorenzo de Carboeiro fue benedictino, con un origen probable en el S. X en una pequeña ermita. Tuvo gran importancia, y tras la desamortización del XIX pasó a manos particulares que provocaron su abandono. A partir de 1974 comenzó su restauración lo que permite la visita de este interesante lugar que también queda pendiente para otra vez. Se encuentra a la orilla del río Deza, y es una de las mejores muestras del románico cisterciense en Galicia. Nos dimos un pequeño paseo, a pesar de la lluvia, y pudimos admirar las dos magníficas portadas  de estilo compostelano, de las que dicen que están hechas por el maestro Mateo. En la principal están representados los 24 ancianos del Apocalipsis y dios/salvador con los evangelistas. Cuando llegamos hasta el palomar comenzó a llover con tal fuerza que nos tuvimos que resguardar en un cobertizo hasta que amainó un poco y corrimos al coche.  El lugar y el entorno merecen una vuelta.





            Este Blog es una mina de información, que sirve para toda Galicia.
       http://www.galiciamaxica.eu/Sitios/Fervenza%20do%20Toxa.html 

Y rumbo a Ponte Valga (Pontevedra) donde tenemos la reserva, salvo una pequeña parada para comer algo. La casa rural nos gustó mucho: Casa da Torre, en A Torre, 55. Campaña. Valga (Pontevedra),  50€ la habitación doble con desayuno.  http://www.casaruraldatorre.es/  Espacio muy amplio con aparcamiento en el interior. La casa es grande con amplias zonas comunes para compartir, una buena cocina con posibilidad de usar el frigorífico, y un bonito jardín con piscina y huerta. Habitaciones en la planta alta con sus nombres, la nuestra, “Del balcón”, daba al agradable jardín. Ramona, la propietaria, una mujer encantadora,  nos dio bastante información sobre la zona y Rías Bajas, así como una guía que ella ha realizado con varias excursiones de un día y recomendaciones de restaurantes por otras personas que aquí se alojaron. 
El balcón de nuestra habitación



Tocaba descansar y volver a salir para ir a Santiago a recorrer de nuevo sus calles.
Aunque ya no llovía, fuimos pertrechados de paraguas, sin mucha ropa de abrigo porque hacía bochorno y entramos directamente en un parking de pago. La ciudad era una feria de peregrinos y viajeros como nosotros, en la que difícilmente podía reconocer la Santiago que me emocionó en mi primer viaje, allá por el año 1975, con mi mochila a la espalda y con mi amiga Ángeles de guía, donde "orvallaba" en unas solitarias calles. Ni  siquiera  recordaba a  la de hace 18 años, con más gente pero  no  con ese atasco en las calles llenas de tenderetes. 
Esta foto la hice pensando en Federico,  el abuelo de mis hijos, quien me enseñó a reconocer las buenas porcelanas

Nos fuimos a la Catedral y  gran desilusión, el magnífico Pórtico de la Gloria estaba en obras y, además, para ver el apostolado tenías que pagar 10 €, cubiertas 12€ ó 15€ si incluyes la colección permanente, excavaciones 10€ y … me pareció todo tan paradójico, que el tiempo que quedaba hasta el cierre, unos tres cuartos de hora, me intenté aislar del gentío y bullicio y centrarme en la magnífica arquitectura del lugar, llamado románico compostelano, y evocar la imagen de Daniel con su bella sonrisa.





Para quien no la conoce es indispensable una visita pausada tanto de su interior como del exterior, aislarse y sumergirse en su lenguaje decorativo, escultórico y arquitectónico, con una buena guía de viaje  o unirse a una visita guiada, y no perderse el Pórtico de la Gloria. Después hay que detenerse sin prisas en las plazas que lo rodean: la del Obradoiro, la de Quintana y la de Platerías y no perderse un  solo detalle. Es habitual encontrarse con conciertos en las rúas próximas. Santiago necesita al menos dos días para saborearla en una primera aproximación.






                En el momento que nos alejamos de las rúas más cercanas a la catedral, el tiempo pareció detenerse, y fuimos paseando hasta el Convento de Santo Domingo de Bonaval y el Centro Galego de Arte Contemporáneo, de Alvaro Siza, ese portugués que crea amplios planos llenos de luz.  Muy tranquilas y con mucho encanto las calles que rodean la plaza de San Miguel y la de las Ánimas, la Pescadería vieja y San Fiz. El volumen de personas había disminuido, así que aprovechamos para subir por la rúa do Franco, antes imposible, donde compramos una camiseta de la tierra celta para mi hijo.








            Nos fuimos a cenar a O Gato Negro, un lugar  de los de siempre recomendado por varios amigos que no nos decepcionó: riquísimos berberechos, pulpo y empanada, con el vino Ribeiro de la casa que no está nada mal. Hay que esperar para conseguir sentarte en una mesa, o estar de pie, porque siempre suele estar muy lleno,  pero la verdad nos mereció la pena.

Inevitablemente nos acordamos de Marta Anjana, otra gatuna de pro
                De vuelta al parking compramos en una panadería-pastelería varios tipos de empanadas para la comida de mañana en la playa, que parece que deja de llover, tenemos reservado pasaje para las Islas Cíes. Autopista a la casa, todas son de pago en Galicia, y a descansar.

                 Día 8 de agosto, jueves. Nos levantamos a las 8,30, el desayuno lo ponen de 9,00 a 10,30, nos gustaría que pudiera ser un poco antes para aprovechar el día, pero es lo que hay. Rico zumo de naranja recién exprimido, fruta y tomates de la huerta, pan, aceite, mantequilla y mermeladas, también ponen pastelitos industriales y cereales. Día soleado y luminoso. Salimos hacia Vigo con algo de prisa, hay que aparcar,  la salida reservada fue a las 10,15 h., y hay que estar unos 15 minutos antes. Aparcamos en el cercano parking privado de un Centro comercial y nos tenemos que apresurar para recoger los billetes con nuestra reserva. En la cubierta alta no quedan ya dos sitios juntos, así que hicimos el trayecto separados. ¡Por fin podemos ir a las Cíes!, tras varios intentos en otros viajes, todos fallidos por temporal en el día reservado. Las vistas de la ría de Vigo y de las islas al fondo, desde el barco, son espectaculares.



                     Atracamos y nos acercamos al punto de información donde dan varios folletos de rutas y de las actividades gratuitas que organizan para grupos, tanto de senderismo como de observación de aves.


                Las islas Cíes, apodadas por  Ptolomeo como las islas de los dioses, se conocen desde la antigüedad, en realidad son tres islas:  Monte Agudo y O Faro, unidas por la Playa de Rodas, (la mejor playa del mundo según el periódico The Guardian), y la de San Martiño. Forman parte del Parque Nacional de las Islas Atlánticas, junto a los archipiélagos de Ons, Sálvora y Cortegada. A ellas se puede acceder desde Cangas del Morrazo, Vigo y Baiona con dos compañías: http://www.mardeons.com/  y http://www.piratasdenabia.com/ El importe de ida y vuelta ronda los 16€, y se tarda unos 45 minutos. Allí te puedes alojar en el camping,  sin animales, y previa reserva:
                Para comer te puedes llevar la comida o bien ir al restaurante del camping, al del embarcadero o al Bar Serafín, una vez pasado el camping, en la playa de Nuestra Señora, que fue donde compramos las cervezas bien fresquitas para acompañar lo que llevábamos de comida.
                De las posibles rutas,  elegimos iniciar la del Monte  Faro y comenzamos a buen paso, hasta que yo para santificar el lugar, como es costumbre en mí, caí todo a lo largo, a la altura del camping, hincando rodilla en tierra. Uno de los voluntarios se acercó rápidamente a ayudar, y tras comprobar que salvo los lógicos rasguños, dolor en pierna y codo, parecía que no pasaba nada, continuamos la ruta, yo bien erguida y agarrada al bastón. La ruta, la más larga de la isla, es de unos 7 km, y  está considerada de dificultad media por el desnivel. Se agradece hacerla por las magníficas vistas  que se abren sobre toda la ría de Vigo, los acantilados, las playas y del archipiélago en su conjunto. En verano conviene llevar sombrero y protección solar alta.

                La isla es preciosa y las vistas sobre las Rías y la cercana isla de San Martiño son espectaculares. Los caminos se llevan bien y se trenzan unos con otros. Comimos en el Faro en un banco estratégicamente situado en un mirador, disfrutando de estos grandes placeres que nos enamoran de la vida y de la compañía. A la vuelta nos desviamos a la Pedra da Campá y el observatorio de aves, fundamentalmente gaviotas y  algunos cormoranes que nos ensordecieron  con el sonido que hacían. No llegamos hasta el Faro da Porta, casi llegando nos volvimos a la playa, el calor nos pedía agua y baño.

Subiendo al Faro. Isla de San Martiño


Pedra da Campá
Las dos vertientes
                Si de placer hablaba anteriormente, no era imaginable el conseguido con el primer baño en la playa de Rodas: agua transparente, de un tranquilizante color azul verdoso, y con una temperatura ideal, algo fresca pero muy apetecible, estimulante y acariciante,  nada de mis recuerdos de aguas heladas que te hacían sentir agujas en las piernas.
Baño en la Playa de Rodas
                Tendernos en las toallas y dormir una siestecilla, un plus más. ¡Qué felicidad! Tras otro largo baño, nos secamos y vestimos para dar otro paseo hasta la Playa de Figueiras, la antigua playa nudista, ahora con un poco de todo, donde Esteban no pudo resistirse a un último baño, mi pereza de volver a secarme, vestirme etc. me hizo lamentar toda la vuelta no dármelo también.
Playa de Figueiras
                Volvimos en el barco de las 19,15  contentos y coloraditos, esta vez juntos y en primera fila, atrapando las últimas vistas.

¡Ojo! El aparcamiento nos costó 18€ , como el oficial del puerto. Cerca  no hay sitio, a no ser que llegues pronto y lo dejes a unos 10 minutos, en el  aparcamiento Vigo en la C/ Arenal, que sale por unos 9 € el día.
                De vuelta a la casa nos desviamos de la autopista  pasado Pontevedra a la CN 550 dirección Caldas, para visitar la cascada del río Barosa. Hay que pasar Barros y tras una fábrica de madera hay un cartel que lo indica. Hay un buen aparcamiento y se continúa a pie junto al río hasta las pozas, donde se estaban aún bañando, para llegar a la cascada y hacer la ruta de los molinos, de unos 4 km. Me bajé del coche, pero el dolor que sentí en el tobillo al bajar del barco, al enfriarse los efectos de la caída, era aún  mayor.  Pude disfrutar del espectáculo que tenía delante en el Muiño de Abaixo, bien restaurado y  donde han abierto un gastrobar, en cuya terraza me senté a esperar a Esteban, que hizo parte de la ruta, con una cerveza de fábrica muy rica y un quesiño.






El lugar es muy agradable y aprovechamos para cenar allí. http://www.barosa.es/     http://www.vivirgaliciaturismo.com/cascada-del-rio-barosa/
                 Caímos rendidos en la cómoda cama.

              Día 9 de agosto, viernes. Hoy nos han despertado cohetes y gaitas de la aldea cercana donde están de fiestas. Tras el desayuno nos dirigimos a la cercana Padrón, pero antes nos desviamos para intentar localizar a los gaiteros, lo que no conseguimos, pero sí en una marcha atrás de un estrecho camino sin salida le hacemos un buen rascón al coche, que venía estrenando arreglo de carrocería, “ya pasó, ya no me tengo que preocupar cuándo será la primera”, es la inteligente reacción de Esteban.  En Padrón una parada corta, el paseo fluvial del Espolón  y volver a visitar de nuevo la Iglesia de Santiago, donde se encuentra la famosa ara romana conocida como el “Pedrón”, y que también tiene un bello púlpito gótico del siglo XV, y unos recuperados relieves en tabla muy interesantes sobre el bautizo de la reina Lupa y la llegada del apóstol. Nos asomamos al río Sar desde el puente de Santiago y a la fuente del Carmen, y dimos un pequeño paseo por el pueblo para ver el bonito cruceiro del S. XV. Un reconfortante café nos puso de nuevo en camino en dirección a nuestro objetivo: la fervenza del Ezaro. 



                Preferimos coger por el interior cuando llegamos a Noia, dirección Chacín,  para volver después por la costa. La carretera con curvas y tráfico nos retrasó algo más de lo que pensábamos. Llegamos por la parte alta del río Xallas, en un paisaje verde y denso, que posteriormente hemos recordado con tristeza, con los tremendo incendios que han  arrasado la zona. Fuimos parando de mirador en mirador, con las hermosas vistas al monte Pindo, el Parnaso gallego, la ría de Muros-Noia, la idílica playa de Ézaro y el cabo de Fisterra , volando sobre ellas y abriendo ojos y sentimientos. Al bajar nos esperaba esa maravillosa  cascada que vierte prácticamente sobre el mar, y que se alteró significativamente cuando se hizo la presa del pantano de Santa Uxía, a pesar de todas las voces ecologistas y de gente del lugar que lucharon para que no se hiciera. Como ha sido año de lluvias, las compuertas están abiertas y todos los días se puede disfrutar de esta espectacular caída de más de 100 m., cadoiro en galego, en un pozo de unos 20 metros de profundidad que forma una ensenada que desagua en la playa, y que los fines de semana iluminan. No hay que perdérsela, es de una belleza arrebatadora.




Museo de la Electricidad





El camino hacia la cascada por una pasarela de madera pasa por la antigua central eléctrica del Pindo, donde tienen un curioso museo de la electricidad aprovechando las máquinas y las instalaciones, que es interesante de visitar  y donde compramos unas guías de la zona que ellos editan. El horario es de 11 a 14 y de 16 a 20,30, a las 19 en invierno, cierra los lunes y la entrada es gratuita.
Apetecía quedarse en esa playa, pero como aún era temprano, preferimos avanzar un poco hacia Muros. Ya por la carretera de la costa paramos en Carnota, en su conocido y gran hórreo, continuando hacia Muros, cuando en la carretera vimos un Hostal-Restaurante, con mesitas fuera y vistas a la ría que nos convenció, Hostal Cachiño,  http://www.hostalcachino.com/. Fue un acierto total, comimos como dioses en una magnífica relación calidad-precio, con todo muy fresco y bien hecho. Menú de 12€:  navajas al vapor, riquísimas, xargos frescos a la parrilla, vino blanco Ribeiro de la casa, que no tenía nada que envidiarle a otros de marcas conocidas y ¡patatas fritas de verdad bien hechas y sabrosas! Menú de 24€: percebes con todo el sabor del mar, ración abundante, rodaballo de los auténticos, más patatas y vino y en ambos postres de la casa o café.



Compartimos los menús, y  tras pagar nos dirigimos al cercano arenal de la playa de Lira a tirarnos a dormir una buena siesta, aunque antes no pudimos resistir la tentación de darnos un baño en las aguas que nos decían “¡báñate, báñate”! Tras el siesteo, y como picaba la calor nos dimos otro largo baño, impensable en otros tiempos por lo helada que estaba el agua, pensando que quizás esté afectando el cambio climático, porque estaba deliciosa, transparente y con un magnífico paseo que nos dimos para ir secándonos. El paraíso existe y se encuentra en estos días que en buena compañía nos fusionamos con la naturaleza y disfrutamos lo que se nos ofrece.


Salimos, tras acercarnos al hórreo de Lira, y parar brevemente en Louro, junto a la laguna de Xarfas, acordándonos de nuestro amigo Pepe Castiñeira. En Muros aparcamos en el puerto al que estaban llegando los barcos llenos de pesca y rodeados de gritonas gaviotas. La subasta en la lonja nos pareció todo un espectáculo. Por supuesto no podíamos entender lo que el subastador decía, alrededor  del pescado expuesto en el suelo, los posibles compradores, quienes depositaban en un momento determinado de su retahíla un papel sobre lo que querían y volvían al círculo. Destacaba un señor sentado en una silla de plástico blanca, el resto estaban de pie,  de unos cuarenta y tantos años, con apariencia de grueso muro y cara de poco amigos. Hubo un momento en que se acercó y yo me apoyé en la silla, cuando volvía, si las miradas mataran yo estaría fulminada, así que retiré las manos discretamente y retrocedí unos pasos, ni don Corleone tendría tal estampa.



Nos fuimos a la bonita  ex colegiata de San Pedro, en la parte alta. Su única nave, del estilo gótico marinero, llamado así porque su cubierta parece un barco invertido, es amplia y con arcadas del siglo XV. La señora que la explica y enseña, encantadora y dicharachera nos contó todo tipo de anécdotas y leyendas. Pagamos gustosos el importe de 2€ para subir a la torre, de estilo dieciochesco y con buenas vistas, y al pequeño museo. Muy interesante el Cristo gótico de la Agonía, y la pila bautismal con forma de serpiente.
El casco histórico de Muros está declarado conjunto  histórico artístico, pero se nota que ha habido intervenciones poco respetuosas. Lo que mejor conserva el sabor marinero son las casas porticadas de la rúa real y de la pescadería vella.



No paramos a visitar los rehabilitados molinos de marea de la parroquia de Serres, yo ya tenía prisa por llegar a Noia y el corazón se me aceleraba a medida que nos acercábamos. Tampoco paramos en el magnífico cruceiro de Eiroa, que recomiendo no dejar de visitar.

En Noia fue el lugar donde recalé en el primer viaje que hice de manera independiente. Había recibido una postal de mi amiga Ángeles, compañera de COU,  que me decía que hacer dedo también tenía esa dirección, y no me lo pensé dos veces. No vine a dedo, pero si en uno de esos "viejos trenes que viajan hacia el norte" como cantaba Sabina, con trasbordo en Madrid,  una mochila más grande que yo a la espalda y noche de cháchara y risas con un quinto gaditano aquí destinado.  Bajar en Santiago fue abrirme a un mundo nuevo, de  mujeres con cestos y hatillos de ropa en la cabeza, un "orvallar" frecuente  y una fina niebla que matizaba el verde, que lo inundaba todo. Mi amiga me llevó a la casa de su tía Lola, donde se había criado, y con ellas y los demás habitantes de esa casa, el tío Alfonso y el primo Jesús,  compartí el que sería un verano rico en aprendizajes y pequeñas locuras, emocional e intenso que me ha ligado desde entonces a Galicia, a esta ría y a esta Ciudad
Aparcamos frente a la ría, donde ya no existe la gran extensión de terreno que estaba delante de la discoteca Saudade, ahora se ve un inevitable Mercadona.



 Fuimos directamente a la Praza do Tapal que sigue teniendo un ritmo tranquilo y entramos en San Martiño, ese gran templo del gótico marinero del siglo XV, con aspecto de fortaleza, mandado construir por el arzobispo compostelano Lope de Mendoza. Estaban de culto, así que nos sentamos modosamente en la parte trasera a disfrutar de la arquitectura de su nave única, sus bóvedas de crucería y del  ábside pentagonal del presbiterio.  En la nave de la epístola se encuentra la capilla de Valderrama, abierta en el XVI, con una bonita pila bautismal del mismo siglo, labrada en una sola pieza. Me gustan  también sus esculturas, sobre todo las de Santiago y la de la Trinidad, su púlpito de piedra y el coro alto, son muy curiosas las dos enormes conchas marinas que funcionan como pilas, regaladas por un marino en el siglo XIX. Había bastantes mujeres, casi todas mayores, que nos miraban con curiosidad. Cuando terminó la misa pudimos recorrerla tranquilamente.  El exterior merece una atención especial por su magnífica  fachada principal de gran belleza, con  una majestuosa portada flanqueada por tres columnas,  donde están representados los doce apóstoles y buenos capiteles decorados. En el  arco apuntado  preside la clave Cristo rodeado por los doce ancianos del Apocalipsis con sus instrumentos de música, en la arquivolta superior  se representan dieciséis ángeles y en los costados  las figuras de  San Gabriel y la Virgen embarazada. La corona un espléndido rosetón rodeado de ángeles. Todo el conjunto recuerda al Maestro Mateo y al tímpano de la gloria. Sólo tiene una torre, la otra nunca terminó de construirse y no creo que se construya, porque está unida a una  leyenda  de las consideradas malditas que predice desgracias para quien lo intente, sobre todo desde que en 1973  murió de forma trágica el cineasta sevillano Claudio Guerín al precipitarse desde el tinglado que unía la torre de cartón piedra, que se había recreado, con la auténtica, rodando “La campana del infierno”.  Aún nos quedaba detenernos en el lateral donde está la puerta de uso, y en la que se representa al obispo que la construye junto a San José adorando a la Virgen con el niño, con motivos de estilo vegetal compostelano.










          Tras pararnos en el bonito cruceiro  fuimos al Malecón de Cadarso junto al río Tambre a buscar la rúa de la Pescadería, a ver qué quedaba de la casa de la tía Lola, temiendo que sólo viéramos el solar o una edificación nueva, pero no, aún está en pie, abandonada pero reconocible, con habitantes gatunos, y con restos de visillos en las ventanas superiores, donde estaba la cocina en la que comí las mejores empanadas de mi vida, que previamente habíamos llevado al horno cercano y donde estaba asomada la última vez que vine. ¡Hasta siempre tía Lola, gracias por tu acogimiento! 

La casa de tía Lola, aún sigue en pie
La calle Pescadería, junto a la ría y el mercado
            Frente a la casa está un museo del mar, que recuerda la importancia marinera de esta ciudad hoy cada vez más alejada del mar. Esta zona tiene mucho sabor,  junto a ella están el mercado y la rúa O Curro donde se celebra el mercado semanal. Aprovechamos para recorrer el centro, con bellas fachadas y casas medievales, hasta la Iglesia de Santa María a Nova, con su encantador cementerio, uno de los pocos que no me importa visitar, del que dicen que tiene tierra traída de Palestina, y que guarda una magnífica colección de lápidas gremiales, algunas del S. X que configuran el Museo das Laudas gremiaís. Lógicamente y por la hora estaba cerrada, pero como es un lugar al que voy a volver no me importó mucho, siempre que he venido a Galicia la he visto.

La iglesia de Santa María a Nova, Museo de las lápidas gremiales


         De nuevo en el río, ahora tocaba atravesar el puente, recordando cuando nos poníamos a hacer dedo para ir a Porto do Son.  Bonita luz y bonito atardecer. Pensamos tapear algo en la tasca típica, un  mesón situado en una casa  porticada que tiene su origen en el siglo XIV, y donde se está muy a gusto en las mesas que ponen bajo las arcadas, pero  aunque el sitio está prácticamente igual, el ambiente no lo es, comenzando por las camareras y camareros con sus delantales negros largos y la percepción de sitio de moda moderno y selecto. Aunque nos habían recomendado el restaurante Forno en la rúa Mazacañamos, decidimos irnos.  Así que nos despedimos de Noia hasta la próxima vez. Seguro que en cualquier guía podéis tener más información, pero a este lugar, cuando vengo, recorro mis recuerdos que comparto con quienes me leéis. http://www.noia.es/


Aún hicimos una parada en las afueras, en el Monasterio de San Xusto de Toxosoutos, donde nos habían dicho que había un agradable bar junto a la cascada, pero estaba todo oscuro y sin señal alguna, así que vuelta a Ponte Valga por la carretera de la mañana.
Cenamos en Campaña, junto a la casa, en el Restaurante “La Charca”, unas ricas brochetas de pulpo y langostino, croquetas de marisco, Estrella de Galicia y no perdonamos el postre. Todo por 25€, ¡no está mal!
Y nos avisaron ¡hay fiestas en la aldea! Nos asomamos y no podíamos imaginarnos como para un sitio tan pequeño podían haber montado 2 escenarios enormes sobre tráiler, con unos altavoces que daban miedo. La fiesta al parecer comenzaba a las 12,00, eran las 11,30 y aún no había nadie, aunque al parecer vienen de todos los sitios, prolongándose como pronto hasta las 6 de la mañana, intercalando con la música cohetes para que no nos olvidemos que estaban en fiestas. De todo eso nos informó Ramona, la amabilísima propietaria de la casa. Así que buscamos los tapones de la playa y nos pertrechamos para aguantar la movida noche.
Conseguimos dormir mejor de lo que pensábamos, a pesar de la música y de  los cohetes a las 4, a las 5 y cuando terminó. Nos pareció insufrible y disparatado, lo que nos ratificó una de las señoras que preparaba el desayuno y que vivía en la misma plaza de la fiesta. ¿Qué habrá detrás de esas fiestas? Se admiten apuestas.

            Día 10 de agosto, sábado. Muchos planes teníamos, pero también la certeza de abandonar algunos de ellos. La autopista, siempre de pago, nos llevó a Pontevedra, que estaba en fiestas, “la de la Virgen Peregrina”. Tras aparcar junto al río Lérez, que divide la ciudad, entramos por el ponte do Burgo, siguiendo el camino de Santiago.

 Nuestra visita fue al mercado de abastos, reformado por Cesar Portela,  ¡cómo nos gusta un mercado! y este es espectacular. Todo tipo de pescados nos salían al paso, grandes y pequeños, conocidos y no, fresquísimos todos, sin posibilidad de cocinarlos, así que pensé en lo que te dicen en Marruecos: “entre señora para disfrute de sus ojos”, y eso hice disfrutar salivando y comprar al menos unos estupendos quesos para nuestras niñas, niño y para nosotros.








                Paseamos por una Pontevedra aún con poca gente en la calle, disfrutando de los cabezudos y gaitas que la recorrían.








                 Hicimos turismo: la Basílica de Santa Mª Maior, de un estilo gótico tardío, encargada por el gremio de mareantes, y que se estaba preparando para una boda, pero nos permitió disfrutar de sus magníficas bóvedas de crucería,  y de un espacio donde se mezclan los estilos góticos, isabelino, renacentista y churrigueresco. Interesantes los retablos. Lo que más nos entusiasmó fue la portada principal, a modo de retablo pétreo de estilo plateresco del XVI, de tres cuerpos y opulentamente decorado,  que se atribuya a Cornelius de Holanda y Xoan Noble, considerado uno de los más bellos exponentes de dicho estilo.




  


                      En el campito de Santa María vimos las intervenciones para rescatar parte de la muralla y después paseamos tranquilamente por el casco que tanto nos gusta de esta ciudad, recorriendo la plaza de Teucro, que hace referencia a la leyenda que atribuye la fundación de la ciudad al arquero griego, hermano de Ajax, proveniente de Troya. Hicimos algunas compras, cayó un cafelito y mirábamos puertas, fachadas, Pazos y plazas, mientras la ciudad se iba llenando de bullicio para ver pasar el cortejo de la ofrenda floral.
                                            
                                            

                 En la típica Plaza de la leña, llena de los veladores  de los bares, mal de todas las ciudades, entramos en el Pazo Castro Monteagudo, una de de las cinco sedes del Museo de Pontevedra. Este encantador edificio del siglo XVIII, fue la  primera sede del Museo, interviniendo en su restauración D. Alfonso Rodríguez Castelao, (político nacionalista, médico, escritor, periodista y buen dibujante, del que recomiendo su cuaderno "Nos"), y que actúo como patrón fundador. Pontevedra le tiene dedicada una escultura en la Plaza de Santa MarMuseo:  http://www.museo.depo.es/      Castelao: http://es.wikipedia.org/wiki/Castelao
Escultura de Castelao
                           
    Se ve bien este museo por su tamaño y por el espacio en sí, salas y claustros. De lo visto nos gustó mucho el tesoro de Caldas, y la representación de la cámara del "Numancia" en las salas navales. Tiene también buenos cuadros y esculturas. Nos asomamos al balcón terraza sobre la plaza de la Leña para ver si venía el desfile de la ofrenda floral, pero aunque se escuchaban gaitas no se veían venir.
                Fuimos en su búsqueda y no estaban  lejos: Colorista, imaginativo, variados trajes y formas, las agrupaciones portaban flores y frutas, en un ambiente festivo y musical. Tuvimos mucha suerte en coincidir en este día. Nos acercamos a la Virgen Peregrina, donde ya estaban llegando los primeros grupos y tras ver algunas muestras de baile nos encaminamos hacia la Plaza de las 5 rúas, que nos habían recomendado.



                           


               Elegimos la mesa que nos pareció que tenía más sombra  y corría más el aire, Bar O Cruceiro,  porque el calor apretaba. Buenas raciones de  mejillones marinera, pimientos de padrón, sardinas y revuelto de erizos y algas con gambas, con un albariño de la casa por 37€. Durante la comida se acercó una de las peñas de jóvenes que recorren la ciudad y  una animada una pareja que por allí pasaba se marcó un pasodoble con todo el estilo del mundo. 






             Satisfechos con la comida decidimos dejar el yacimiento de petroglifos de Campo Lameiro  para otra ocasión con menos calor y dirigirnos hacia la península del Morrazo, que no conocíamos, a darnos un buen baño. 

           No obstante, en el camino y pasado Marín, intentamos ir a ver el laberinto de Mogor, y el verdadero laberinto se convirtió en encontrarlo, desistiendo cuando llegamos al parque donde había que buscarlo, porque el calor era sofocante, y la playa vecina nos animaba al baño.



              No nos bañamos allí,  nos fuimos a Cabo Home, a la playa de Barra, considerada una de las mejores playas nudistas de España, por su bonito enclave junto a un pinar, sus zonas dunares y las espectaculares vistas de la ría de Vigo y las cercanas Islas Cíes. Es una playa clásica de la zona,  donde se ven personas de todas las edades, muchas familias con niños,  grupos de gente joven,  y que al ser sábado estaba muy concurrida. El acceso está bien organizado con varios parking en los que pagas por todo el día unos 3€, con un bar en el que a la vuelta nos tomamos una cerveza,  tras atravesar el pinar que conduce a la playa. Tengo uno de los mejores recuerdos de esa tarde, con baños frecuentes en un agua que estaba muy apetecible, una ligera siesta bajo la sombrilla,  paseos por la orilla, vistas de ensueño,  ¡relax puro relax! 





             Nos marchamos cuando ya quedaba poca gente, para ir hasta el espectacular Cabo de Home, donde el atardecer dejaba unas hermosas tonalidades en los acantilados y el mar,  las islas Cíes están apenas a unos 2,5 km. La subida al monte Facho la dejamos para otra ocasión.



           Camino de  Hío para  ver su bello cruceiro paramos en este colegio ¡Escuela Pública!


               El cruceiro de Hío es el más famoso de Galicia, esculpido por José Cerviño en 1872, es de una sola pieza de granito,y está situado en el atrio de la iglesia románica de San Andrés, y de fondo el hermoso marco que supone la ensenada de Aldán. 






           Era sábado, así que nos sumamos a una previsible caravana hasta el cruce con la autopista, para desviarnos a la nacional, ya que íbamos a despedirnos con una cena en Arcade. El restaurante era uno de los recomendados en la guía de Ramona y a partir de ahora en la nuestra: Romasa, en la rúa Castelao. Comimos una docena de ostras de tamaño grande, una de mejillones que no cabían en la enorme bandeja, una de navajas, y una de merluza a la gallega, botella de Albariño y café, todo riquísimo por 50€ con propina. Estaba lleno y nos atendieron muy bien.  La vuelta por la autopista y con fondo de fuegos artificiales al pasar por Pontevedra. Llegamos un poco tarde y, con los tapones, nos dispusimos a pasar la última noche.



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                Nos enteramos menos de la música y cohetes, lo que fue de agradecer, para coger la primera parte de la vuelta descansados. Nos despedimos de Ramona y del personal que trabaja en la casa, recibiendo las últimas recomendaciones para llegar al petroglifo de a Pedra da Serpe que está en el término. Agradable alojamiento muy recomendable y del que nos hubiera gustado tener más tiempo en la casa para poder disfrutarlo más.


                Al petroglifo se llega bien, a 1 km. de la N 550,  desde la rotonda de Pontecesures, hay que desviarse en dirección a Raxoi, y una vez pasado el cruce hay que ir a la izquierda, y nuevamente a la izquierda en As Laceiras. Se encuentra más o menos a 1 km. y la parte última  por camino forestal puede ser la más confusa, pero está indicado. Se encuentra en el monte dos Penucos, y las vistas desde aquí son amplias y vivificantes. Las dos serpientes que al parecer se unen en un rito de fecundidad, están acompañadas de círculos concéntricos y otros elementos recurrentes que se observan bastante bien y nos da cierto estremecimiento pensar que estas muestras de arte rupestre que  fueron realizadas hace miles de años, en esa lejana edad de bronce,  nos siguen comunicando, aunque desconozcamos su intención original.




                Volvimos para enlazar con la autopista, despidiéndonos de las hermosas vistas sobre las rías de Pontevedra y Vigo que se abrían a lo largo de todo el recorrido, hasta desviarnos a Tui, uno de nuestros destinos intermedios.

                A Tui, antigua capital de una de las  provincias del reino de Galicia, con gran importancia en la edad media y residencia real,  veníamos sobre todo a visitar su Fortaleza-Catedral, de estilo románico y gótico. Antes entramos en San Francisco, al pasar por ella, y la preparación que observamos para misa de domingo, y el ambiente clásico que se respiraba nos hizo intuir que quizás la ciudad se había quedado mirando hacia ese pasado.  Su casco, declarado conjunto histórico artístico, tiene estructura medieval, con buenas casas de estilo románico y gótico, que en el descenso ofrece bonitas vistas sobre el Miño y la ya portuguesa Valença. Se nota que es entrada del camino de Santiago portugués, con bastantes peregrinos y grupos de excursionistas con los símbolos habituales.



                Ya en la magnífica catedral de Santa María,  nada más entrar nos advirtieron, sin ninguna amabilidad,  que teníamos poco tiempo y que no podríamos ver el museo, subir a la torre ni acceder a la terraza de hermosas vistas, ni al claustro porque en media hora comenzaría un concierto de órgano y después la misa. Con el buen recibimiento nos dedicamos a ver lo que pudimos de ese singular espacio, lamentando no tener más tiempo para recrearnos en la buena y bella construcción y en los detalles de los capitales ricamente labrados con la variedad decorativa propia del bestiario medieval. Pudimos vislumbrar algo del claustro cuando salían los últimos visitantes a los que se había permitido acceder pero prácticamente nos cerraron la puerta en las narices. Al menos pudimos disfrutar de su reconocido órgano y del buen concierto que ofreció la joven organista de origen centroeuropeo. Cuando terminó el concierto, la misma persona que atendía en la entrada nos “invitó”,  por así decirlo, a quienes no fuéramos a participar de la santa misa peregrina a que abandonáramos el  lugar, lo que hicimos algo decepcionados por el ambiente tan cerrado y monjil que transmitía esta bella población. Si nos detuvimos en la buena e impresionante portada principal porticada, del primer gótico y con un bellísimo trabajo en las figuras  sobre la piedra, representando a profetas del antiguo y nuevo testamento, a reyes como Salomón e incluso la reina de Saba, la vida de Jesús y en la parte superior del tímpano la Jerusalén celeste. Disfrutando de lo contemplado  a pesar de que la puerta y la escalera estaban totalmente ocupadas por una excursión de las uniformadas, fletadas por alguna Iglesia de las poblaciones cercanas que no terminaban de entrar a la misa a la que debían haber venido.






              Fuimos bajando hacia el río, deteniéndonos en rincones y en plazas solitarias de bellos nombres que nos hicieron recobrar el gusto por estar allí. Curiosa la iglesia de San Telmo, en estilo barroco portugués y la iglesia de la Misericordia, y el Miño que veníamos siguiendo desde la Ribeira Sacra, esta vez ya cerca de su desembocadura haciendo frontera y con la ciudad portuguesa de Valença do Minho frente a nosotros.




   
                  Nos marchamos atravesando el puente internacional para comer en Valença,



                El cuerpo nos pedía  un buen  bacalao portugués, y el lugar elegido fuera de la parte amurallada, fue el  recomendado y abarrotado Ze María, lleno de españoles y portugueses, con salita de espera mientras que a nuestro número no le tocara entrar, eso sí con una Sagres bien fresquita que el calor pasado en la calle la hacía imprescindible. La comida muy buena, el bacalao riquísimo, y los postres, como es habitual, excelentes,  pero el bullicio se notaba y nos hubiera gustado algo más de tranquilidad. Aunque entramos en la fortaleza, el intenso calor nos hizo desistir de continuar la visita por su bonito casco, aunque los bajos de las casas están  todos con tiendas de los productos típicos para turistas.



               Ya en el coche pusimos el piloto hacia Luso, haciendo una parada en un área de reposo para descansar una pequeña siesta y tomarnos luego un café que nos terminara de reanimar.
              Podíamos haber vuelto por la ruta de la plata pero preferimos hacerlo por nuestra querida Portugal, reservando en Luso, ciudad termal con un pasado más glorioso que el que tiene ahora, en un pequeño pero encantador Hotel: Hotel Alegre
http://www.alegrehotels.com/   La reserva la hicimos directamente en la Web del Hotel, con posibilidad de cancelar sin recargo, al igual que en los buscadores, con un importe de 50€ con el desayuno.

La entrada delantera





                El Sr. Alegre nos recibió en recepción, totalmente acorde con la decoración decimonónica y encantadora del lugar. Su amabilidad y formas me conquistaron totalmente, acompañándonos a las habitaciones que quedaban libres para que eligiéramos la que más nos gustara, decidiéndonos por la que ofrecía vistas a la piscina por un lado y al jardín y una amplia vista de la sierra por el otro. Nos contó que conocía Sevilla y que le había gustado su color y ambiente. No sé qué edad tendrá, creo que puede rebasar los setenta y tantos,  pero sus ojos brillaban juveniles y transmitía gusto por lo que hacía. La tarde la pasamos en la bonita zona de la piscina, concesión a la modernidad bien integrada en el palacete, con chapuzones que alejaron el calor y descanso en las tumbonas. El wifi funcionaba bien.
Vista de una de las ventanas, la otra daba a la piscina
Nuestra habitación con las ventanas a ambos lados de la esquina



Una  buena ducha y a pasear por Luso, a coger una botellita del agua de la fuente, a visitar las antiguas instalaciones termales y  la alameda con sus tenderetes de recuerdos.  Acompañé en la cena, porque con lo comido al mediodía me era imposible tomar nada. A dormir y afortunadamente la noche no fue calurosa y permitió un buen descanso.






Esperamos a que abrieran las puertas  del comedor de los desayunos, donde la decoración estaba a tono con las señoras uniformadas que iban completando el rico y completo desayuno. No me pude despedir del Sr. Alegre quien debe acudir a recepción a horas más tardías.



Salita junto a la recepción
Aunque desde el Hotel se puede ir dando un agradable paseo hasta el bosque de Buçaco, preferimos ir en el coche para  ir  después hasta la Cruz Alta y poder iniciar al mediodía el camino de vuelta a casa.
La Mata,  es un singular bosque que  comenzó a ser plantado por los frailes carmelitas en el primer cuarto del siglo XVII, cuando se establecieron en estos terrenos para fundar el Convento de clausura de Santa Cruz de Buçaco. La mata ocupa 105 hectáreas  y su punto más alto, la Cruz Alta, tiene una altura de 549 metros desde donde se contempla una espectacular vista. Posee especies vegetales de todo el mundo, algunas de ellas procedentes de América, Creta, Ganges, Goa, Italia y Líbano, así como el mundialmente conocido cedro de Buçaco. Del convento sólo queda la iglesia y claustro, realmente unos sobrios patios interiores, que muestran la especial sencillez de la Orden. Son visitables y merece la pena dedicarle su tiempo. También construyeron algunas ermitas en el bosque para vivir en aislamiento, de las que siguen existiendo nueve, en no muy buen estado. Muy interesante también el viacrucis que terminaba en la cruz alta, formado por pequeñas capillas. Tras la expulsión de los carmelitas en 1834, por la prohibición de las órdenes religiosas en Portugal, se representaron en ellas escenas de la pasión con figuras de barro cocido de tamaño natural,  y aún se ven algunas de ellas, pero en estado de deterioro.











Del parque, una de las atracciones más impactante, es el palacio neo manuelino, que funciona como Hotel, y que se construyó a principios del siglo XX, derribando para ello parte del monasterio, para su uso como pabellón de caza para la familia real, y en el que intervinieron arquitectos como Luigi Manini, imposible de olvidar después de haber visitado su obra de Quinta da Regaleira, en Sintra. El palacio, como buen neo, reproduce algunas características  de los monumentos más emblemáticos de Portugal: el Claustro de los Jerónimos, la Torre de Belem y decoración del Convento de Cristo Tomar.  Son muy destacables los paneles de azulejos, donde representan episodios del pasado glorioso de Portugal, y parte del mobiliario y decoración con piezas de las colonias portuguesas asiáticas. Se puede ver el interior y el alojamiento no es excesivo con ofertas en algunos buscadores por unos 90-120€ la doble con desayuno, como debe ser un gusto alojarte en él, ¡la próxima se intentará! http://www.booking.com/hotel/pt/palace-do-bussaco.es
Tras la primera guerra mundial el palacio se convirtió en Hotel convirtiéndose en un lugar de moda para la aristocracia que venía a tomar las aguas a Luso. Otro acontecimiento importante del bosque es la batalla de Buçaco,que se desarrolló en el contexto de la guerra de independencia, enfrentando a las tropas napoleónicas con la anglo-portuguesas comandadas por el Duque de Wellington. Lo recuerda un monolito. Además del Palace Hotel do Buçaco, son dignos de nota el Valle de los Fetos (Helechos), la Fuente Fría y la Vía Sacra 









Hay que tener tiempo para poder disfrutar de los jardines del Palacio y para  pasear por los distintos senderos que lo recorren en los diversos itinerarios botánicos e históricos, que pueden combinarse. Recorrimos el Valle de los Fetos (Helechos), la Fuente Fría y la Vía Sacra, aunque  los vimos en general algo descuidados y estaban trabajando en varios caminos porque se habían caído algunos árboles sobre  una ermita y sobre algunos de los caminos.










Al menos cuatro horas echamos allí, subiendo en coche a la Cruz alta, en una especie de carretera en malas condiciones, con grandes baches, pero las vistas merecen la pena. 



Horarios, precios y rutas en el enlace de la Fundación Mata de Buçaco: http://www.fmb.pt/index.php/es/    Hay bar y punto de información junto a los aparcamientos.
Ya nos tocaba volver . Hicimos una pequeña parada en uno de los restaurantes de la autopista para tomar algo no muy pesado y se nos abrió el dilema de por dónde volver: si seguir por la autopista hasta Badajoz, enfrentándonos a los nuevos pagos en el cambio a la estatal, si continuar hasta Grandola  y salir hacia Beja para entrar por la Sierra de Aracena o continuar desde Beja a Mértola y entrar por Pomarao. Elegimos la última opción, nos apeteció salir por el otro gran río del sur que hace frontera con Portugal: el Guadiana. Pasamos por Mértola prometiendo volver pronto, y nos encaminamos hacia ese encantador puerto donde se unen el río Chanza con el Guadiana, que nos regaló una bonita luz.






El agradable bar- restaurante de María lo han cerrado, pero han abierto otro con una agradable terraza sobre el río, que ese día descansaba. El puente de la presa nos dejó en la provincia de Huelva y en una horita y media estábamos en casa. Aún tuvimos tiempo de cenar en el jardín antes de caer rendidos.

http://www.zonu.com/fullsize2/2010-08-31-12000/Mapa-fisico-de-Galicia.html

Este viaje se ha nutrido de consejos de amigas y amigos, nos hemos llevado la guía Anaya como consulta, y mapas muchos mapas y planos. Sobre todo hemos recopilado nuestra propia guía a través de Internet: foros, blogs, miles de páginas, a quienes agradezco que nos hayan orientado y descubierto lugares recónditos. También hemos bicheado en lo que nos llamaba la atención, atentos a cualquier indicación que nos pareciera sugerente. También ha sido posible por Esteban porque, quitando las  autopistas, el coche ha sido todo de él, ¡y han sido muchos  kilómetros!
Y un secreto: ya estamos pensando cuándo volver a Galicia.