martes, 24 de septiembre de 2013

Escapada de sábados a la playa, o si es invierno de ruta... a Portugal


             Días de calor, comienza el calor o termina el calor, son los días que deseas playa o te despides de ella, del sabor salado que permanece en  los labios, de la arena que se desliza entre los dedos, del agua que te hace flotar ligera, de sol sobre la piel, y ... ¡cogemos el coche rumbo a   PORTUGAL!.
             Son aproximadamente una hora y tres cuartos  lo que nos separa de Altura, autopista a Huelva, desvío a Portugal, pasar el puente y sin necesidad de peaje la salida a Montegordo, y a pocos kms. el desvío a Altura.  Es una playa larga con arena fina que nos permite dar los paseos en marea baja que tanto nos gustan: hacia Praia Verde por la mañana, y por la tarde  hasta la ría de Cacela Velha.




                        Y a lo largo de las horas: baños,  lectura, incluso puede caer una bolihna;

                              

        Y cuando el hambre llama, nos esperan  unas sardinas,  un arroz de lingueirao, una superbock  o sagres bien fresquita, un vino planalto por ejemplo y una sobremesa,  tarta de bolacha o tarta de figos y algarroba, acompañada de una bica, ese café  concentrado y pequeñito.

    



             La vuelta suele tener otra actividad que es la compra o bien en los supermercados  o  Intermarché de Altura,  o en la cercana Villa Real de Santo Antonio en el bien surtido Pingo Doce, de la rica mantequilla portuguesa, nuestra preferida es Milhafre dos Azores; vino verde: Casal García o Murallas de Moncao,  albariño: La deu la deu, y los que se nos vayan antojando de las zonas de Dao (Duero), Planaltos, o del Alentejo, ¡están todos tan buenos!, Oporto, Ramos Pinto,  si no tenemos y unos cuantos antojos: arroz carolino, bolsas para el caldo verde, quesos saloios, etc. ...

            En la playa de Manta Rota descubrimos un restaurante de diseño muy agradable, "Chá com água salgada", no hemos comido aún, pero quienes han ido me lo han recomendado.

                      

             Para días  de hacer una escapadita sin playa, Villa Real de Santo Antonio, tiene otra visita, no sólo por las compras de toda la vida:  Casa Coroa, Caravelas, etc., sino porque tiene un mercado que da gusto verlo y comprar pescado, quesos, ...y porque  también se come pero que muy bien. Nos gusta Dom Petisco,  frente a la ría y  Joaquim Gomes, cerca del Ayuntamiento.



              A pocos kilometros se encuentra Castro Marín, con un interesante castillo, ruinas de una fortaleza de  origen templario que posteriormente  pasó a la Orden de Cristo, aunque en su interior se pueden encontrar desde restos fenicios y es muy interesante de visitar. En agosto tienen la ya conocidas fiestas medievales, pero la belleza del sitio le da otro encanto. Hay un forte, que nunca he podido visitar.

   
             http://www.absolutportugal.com/el-castillo-de-castro-marim/


                     Dejo el enlace de la Cámara de Castro Marín:
                             http://www.cm-castromarim.pt/site/index.php?module=ContentExpress&func=display&ceid=122
       
            Es un Algarve todavía familiar y cercano.   Tavira, Cacela... lo dejo para otra ocasión.












¿ Qué es un Cabo?

      El diccionario lo define como un accidente geográfico formado por una masa de tierra que se proyecta hacia el interior del mar.
      Pero hay muchos cabos en un cabo. Y para mi el Cabo son días de sosiego y tranquilidad, de rutina diarias, de disfrute con lo pequeño, de lo sencillo que se paladea con el mismo placer que los higos recién comprados a José, el hombre que los vende en la calle, aún con el olor de la higuera prendido en la piel. Son días de paseos por esa orilla que se resiste a ser pisada, del agua transparente que te acaricia la piel, de mercadillo semanal , "¡qué mira que melocotones traigo!", de compras diarias en Angelita, o en la carnicería, en el Covirán, o de pescado fresquísimo en los niños, el único puesto que hay en la plaza y del pan recién horneado de Lola;  de biblioteca cálida y bien surtida, del periódico en la placita y de desayuno al fin con una visión de mar. 
         Y sobre todo, días con horas para estar con quienes quieres, con las amigas y amigos con los que se comparten ritos, mar, noche, la inevitable escapada a Nijar a comprar cerámica y alguna caboiriña en El Cabo, con los hijos que aún vienen a este rincón mágico, y con la persona que me ensaliva el corazón.
          Mi cabo es San Miguel de Cabo de Gata, una barriada de Almería, a unos 18 km de la capital. No es glamurosa, es familiar y con lo preciso, pero tiene los ingredientes justos que me proporcionan la felicidad que todos los años, por agosto, me comienza a borbotear cuando empezamos a divisar las montañas del Cabo de Gata, y la huelo e imagino los atardeceres sobre la bahía de Almería, sus luces nocturnas, la silueta de la iglesia de La Almadraba de Monteleva a lo lejos, las charlas en la playa, las risas, los reencuentros, y de manera inconsciente me relamo los labios, como haré cuando me compre la primera magdalena de chocolate e inaugure mi verano en el Cabo.


Los paseos matinales

                                
Llegando a Salinas

                                    
Pesca de las barcas
               
Una de las pocas casas tradicionales que aún quedan

      
Arrecife de las Sirenas, junto al Faro de Cabo de Gata
                                         
                              
 Algunas de las construcciones que se crearon
para las Salinas, producción de sal que aún continúa



Para ver algo más: